La visión del trauma desde la psicología ha ido evolucionando a lo largo del tiempo: desde los inicios del siglo XX, cuando se situaba a la víctima en el foco de atención y se la acusaba de debilidad o de ser demasiado sensible, se pasó en la década de los 80 a poner el foco en el evento, considerando el trauma un trastorno adquirido por la exposición a una situación catastrófica, intensa y aislada de la vida de la persona, como una guerra, un terremoto o una agresión brutal. En ambos casos se producía el error fundamental de atribución; primero, el problema era la debilidad personal, luego pasó a ser la situación vivida. En ambos casos, se separa la causa del efecto, revictimizando y retraumatizando.
Afortunadamente, hay una visión moderna del trauma, que es en la que nos basamos en esta formación, en la que entendemos el trauma como el fallo continuado de una sociedad por cuidar, educar y mantener a salvo a una persona que, a lo largo de este recorrido vital, ha ido desarrollando defensas y desadaptaciones neurológicas y cerebrales para sobrevivir, perdiendo por el camino la oportunidad de encontrar un sentido a su vida, disfrutar de lo sencillo o establecer relaciones saludables.
Con esta nueva visión, y con la aceptación del TEPT-Complejo como un diagnóstico diferenciado del TEPT desde 2022 (CIE-11, 6B41), y pendiente aún en el DSM, cuya edición V-TR aun no lo recoge, el panorama actual sigue recomendando a los terapeutas que usen programas como la TCCCT y la DRMO (EMDR) como primera opción, que se focalizan en reprocesar el evento traumático aislado y en el cambio de la forma de pensar y recordar el trauma; ambos programas pueden mejorar el TEPT, es cierto, pero habitualmente empeoran el TEPT-C, aumentan la ideación suicida y tratan de convencer a la persona de que su experiencia traumática es algo que tiene que superar, pues siguen poniendo el foco bien en la persona, revictimizándola y desalentando sus intentos de vivir con normalidad, bien en el suceso y su recuerdo, retraumatizándola cada vez que un disparador se activa en la vida cotidiana. Y el TEPT-C no funciona así.
Somos conscientes de que trabajar con personas con trauma siempre es un reto y es una elección valiente por parte del terapeuta, ya que nos exponemos a vivir situaciones emocionalmente intensas, a acompañar en procesos paroxísticos y a entrar de lleno en ideaciones suicidas y crisis existenciales. Al tomar este camino podemos suponer que vamos a escuchar relatos estremecedores y descripciones aversivas y, a la vez, estaremos entrando de lleno en la psicoterapia más demandada y necesaria; los datos de la investigación son claros al respecto; la probabilidad de vivir un acontecimiento traumático a lo largo de la vida se sitúa entre el 53% y el 60% en hombres y entre el 44% y el 50% en las mujeres (1). La investigación muestra que el 50% de las personas vive al menos 2 eventos traumáticos a lo largo de su vida (2). En resumen, el 90% de las personas sufren exposición al menos a 1 evento traumático a lo largo de su vida, y desarrollan TEPT entre el 8% y el 20% (3).
Teniendo en cuenta que las técnicas que funcionan en TEPT pueden no funcionar bien o incluso causar daño en TEPT-C, es necesario conocer bien las diferencias entre ambos y disponer de una estrategia de tratamiento flexible, individualizada y contextual, una terapia que en sus propios fundamentos contenga la esencia del TEPT y el TEPT-C; el establecimiento de un círculo vicioso entre la rigidez psicológica y la evitación experiencial. Será necesario incluir estrategias sensibles al trauma, activar la neuroplasticidad y adoptar un protocolo de tratamiento basado en sesiones flexibles y sensibles.
En esta formación afrontaremos el TEPT y el TEPT-C con un protocolo de tratamiento que recoge la conexión neurobiológica en la primera sesión y el establecimiento de una alianza terapéutica específica, el protocolo de sesiones basadas en la flexibilidad y adaptadas a las características del TEPT y el TEPT-C, el manejo de situaciones desafiantes durante la consulta, las técnicas y comportamientos del terapeuta que agravan el trauma, las técnicas de Mindfulness sensible al trauma en los tres niveles de actuación (auto, hetero y poli), las tareas a realizar por el paciente en función del tipo de trauma, los mecanismos para el alta terapéutica y las técnicas para incentivar la neuroplasticidad.